3 de set. 2011

Comunicación para la Paz : retos y tendencias

Las oportunidades que generan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en el ámbito social y político son un objeto de estudio en los centros académico, como demuestra el último libro de M. Castells “Comunicación y poder”, y son recurso de no pocos analistas políticos o periodistas a pie de calle para explicar los recientes movimientos sociales en el mundo árabe o en nuestro propio país.

En el ámbito de la cooperación internacional, la comunicación ha sido durante muchos años una actividad desconectada del trabajo operativo, del núcleo duro de la misión organizativa. Las acciones comunicativas era aquello del dep. de comunicación o del área de sensibilización, se vinculaba al marketing corporativo o a lo sumo a la incidencia pública. Es decir, estaba diseñado para un “destinatario” en el Norte, porque en el Sur las prioridades de los destinatarios eran otras.

Sin embargo, en los últimos años asistimos a una multiplicación de iniciativas en el Sur centradas en el uso de la comunicación como palanca para el cambio social, el desarrollo o la paz y de publicaciones que exploran este campo. En este apunte haré una reseña de un reciente estudio, titulado “Comunicación para la paz: prácticas, tendencias y desafíos” en el que se repasan algunas de estas iniciativas en el sector de la construcción de la paz y la promoción de los derechos humanos.

El estudio realizado por la ONG Search for Common Ground, es fruto de un encargo del United States Institute of Peace (USIP)quien desde hace unos años esta estudiando la temática y que aprovechará las conclusiones y recomendaciones del estudio para una próxima convocatoria de subvenciones para proyectos de comunicación para la paz.



El estudio dibuja una panorámica de la cuestión, especialmente desde el punto de vista las organizaciones de Estados Unidos, mediante el repaso de la escasa literatura existente sobre experiencias prácticas, entrevistas a personas expertas de ONG o de la academia y de las conclusiones de un seminario ad hoc con las mismas. 

Pese a tratarse de un campo nuevo los autores tienen el acierto de identificar su filiación con la trayectoria más madura de la comunicación para el desarrollo y desde ahí plantean la influencia de dos modelos de comunicación: el de difusión y el de participación. De la literatura sobre comunicación para el desarrollo extrae tres conclusiones en las que coinciden con la comunicación para la paz:  
1. La comunicación es un proceso interactivo que implica a múltiples actores y flujos de información 
2. La comunicación es un sistema que mezcla comunicación masiva y canales interpersonales con impactos mutuos y que se auto refuerzan. 
3. Preocupación por la coordinación de la información proveniente de diversas agencias y actuaciones en sectores diferentes.

A continuación el estudio propone diversos ejes en torno a los cuales concebir la comunicación para la paz:
• según los canales de comunicación (individuos, grupos, organizaciones…) 
• la novedad o el ámbito de difusión de la plataforma de comunicación (blogs vs radio; un emisor hacia muchos receptores vs muchos emisores hacia muchos emisores…)
• según la fase de actividad en la que se encuentra la zona (prevención, seguimiento o post conflicto) o
• según la función que el medio de comunicación puede jugar en el contexto del conflicto (facilita e interpreta la información, control, filtro, diseña políticas, labor de diplomacia, promotor de paz, constructor de puentes ).

En el siguiente apartado se reseñan las principales iniciativas existentes organizadas de acuerdo con la fase del conflicto armado, el tipo de actor (privado, público, regional, local) o la relación con la población afectada (top down o people centred).

Finalmente el estudio aborda los desafíos y las tendencias la comunicación para la paz. Entre los desafíos se identifican los siguientes: 

• La mayor disposición de información conduce a la sobrecarga, sino hay coordinación o iniciativas que implican a actores de naturaleza diversa (ONGs, proveedores privados, gobierno…), o a la inutilidad, cuando no se tiene en cuenta a los actores locales y su capacidad local de respuesta. 

• Asegurar el rigor en la información y la credibilidad de las fuentes pero sin discriminar a aquellas personas que no tienen fácil acceso a las herramientas de comunicación. 
• Los factores medioambientales como las limitaciones de acceso (falta de infraestructura, alfabetización, costes económicos) o una regulación legal restrictiva. 
• Los autores recurren al enfoque “acción sin daño” (Do No Harm), promovido desde hace una década para actuaciones en zonas de conflicto armado, para recordar la importancia de una gestión responsable de la información que tenga en cuenta las necesidades y las expectativas de respuesta provenientes de las poblaciones afectadas.

También advierten de los riesgos ligados a los diversos participantes del proceso comunicativo: la fuente (marginación social a las suministradoras de información), los editores o emisores (periodistas o defensores de los ddhh amenazados) o los receptores de la información que puede optar por manipularla.

En la conclusión se destacan las tendencias en este campo:

  1. La consciencia de que la tecnología no es una panacea. Las herramientas de comunicación tienen que estar enmarcadas en estrategias adaptadas al contexto cultural. 
  2. La información visual (mapas, imágenes de satélite) esta superando en importancia a la tradicional información textual. 
  3. La comunicación para la paz tiene en su ADN la inclusión y la apertura y esto tiene implicaciones. Por ejemplo, las nuevas herramientas y aplicaciones vinculadas a las TiC permiten una implicación efectiva de personas provenientes de comunidades afectadas. De esta manera ya no son percibidas como víctimas pasivas sino como actores clave en la respuesta temprana, con capacidades para actuar. Para algunos autores estos significa un empoderamiento de las comunidades locales que los actores tradicionales (gobiernos, organizaciones internacionales) tienen que tener en cuenta para definir sus programas y políticas de respuesta a las crisis, gestión de conflictos y diplomacia.  En lugar de una clara distinción entre medios tradicionales y nuevos, en el terreno predominará la convergencia.
  4. Finalmente, los autores anuncian que en el futuro cercano, gracias a la interacción entre actores del sector tecnológico, gobiernos, organismos multilaterales y ONG, el uso de las herramientas de comunicación será un tema central de la agenda de construcción de la paz. 
Conclusión 

Las acciones de comunicación para la paz se pueden ordenar en diferentes tipologías. Estas son útiles para ir definiendo el campo de estudio y a la vez poder evaluar las experiencias prácticas teniendo en cuenta los objetivos y las variables de la comunicación para la paz. 

El estudio apuesta por el realismo tecnológico frente a previas visiones utopistas del cambio a través de la tecnología, pero está impregnado de un cierto optimismo político y cultural. En este sentido, proclama las oportunidades que las TIC ofrecen para generar marcos alternativos de significado más propicios a la cultura de paz (reframe), o , en la misma línea que la obra citada del profesor Castells, defiende la capacidad de empoderamiento de las TIC. 

La teoría del cambio que sustenta este optimismo es la siguiente: cuanta más inclusiva y participativa la comunicación más oportunidades para la transformación social. Sin embargo, no debemos olvidar que grupos sociales que promueven la violencia o la violación de los derechos humanos o el odio también aprovechan las TIC para la movilización y la auto organización como las revueltas en Londres pusieron de manifiesto este verano (ver artículo: Blackberry, riots and terrorism). Por otra parte, las mismas herramientas pueden servir los propósitos de control y represión de regímenes autoritarios. 

Las TIC pueden ser canales para promover el empoderamiento pero también el miedo, la desconfianza o la represión por eso los actores de la comunicación para la paz deberíamos estar atentos no solo a los usos virtuosos sino también a los usos perversos de la tecnología.

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